CARTA #138

Si el verte significara enfrentarme a la misma muerte, y el no verte me condenara a una existencia vacía, entonces, sin dudar, elegiría morir en el instante de nuestro encuentro, antes que languidecer en la eternidad de tu ausencia.

En cada mirada tuya, aunque esté teñida de final, encontraría la más sublime de las vidas, breve pero intensa, un destello de luz en la oscuridad. Prefiero un solo momento en la tempestad de tus ojos, aunque sea el último, a una inmortalidad en la penumbra, anhelando un destello de tu mirar.

Si el precio de rozar con mis dedos la suavidad de tu piel fuera el último aliento que escapara de mis labios, lo pagaría gustoso, pues en ese tacto efímero hallaría una eternidad, un infinito más real y vibrante que todos los años que pudiera contar sin ti.

Prefiero ser una estrella fugaz en tu cielo, brillando con intensidad aunque sea por un instante, antes que ser un astro eterno que jamás conociera la luz de tu presencia. Morir al verte, sí, pero en esa muerte, encontrar la más pura esencia de la vida, un instante saturado de todo el amor que mi corazón puede ofrecer.

Que el recuerdo de ese último encuentro sea el faro que guíe mi partida, y que en ese adiós, aunque esté teñido de final, encuentre la paz sabiendo que lo último que llenó mi ser fue la belleza de tu existencia. Prefiero una despedida frente a tus ojos, a un sinfín de días sin la esperanza de volver a verte.

Si el verte fuera muerte, y el no verte, vida... elijo sin titubear ese dulce final en tu mirada, porque en la agonía de ese último vistazo, habré vivido más de lo que cualquier vida sin ti podría ofrecerme. Prefiero mil veces morir al verte, que sufrir la lenta agonía de morir sin poder verte.


RECUERDA: El amor es el símbolo de la eternidad: confunde toda noción del tiempo, borra todo recuerdo de un principio, todo temor de un final.

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