CARTA #120
"Ella... ella si es real." - Así empiezo esta carta, no como un cuento de hadas, sino como una confesión cruda, teñida de nostalgia y anhelo. ¿Han tenido alguna vez esa persona en su vida por la que sienten una gratitud inmensa, simplemente por haber cruzado caminos? Alguien cuya existencia se convierte en un faro en la tormenta, un respiro en medio del caos.
Esa persona para mí, es ella... Quizá suene a la típica historia, pero nunca imaginé que cruzaría mi vida alguien tan... extraordinario. No es solo que ella sea genuinamente maravillosa, es que su mera presencia hacía que todo lo demás cobrara sentido. Su risa tenía el poder de transformar los días más sombríos en momentos de pura luz.
Ella es tan real como la lluvia que cae en un día gris, tan tangible como el aroma del café en una mañana fría. Ella, con su nombre que suena a melodía y sus ojos que relatan historias de mil colores. Es inteligente, su mente es un universo por explorar, lleno de constelaciones y galaxias que brillan con conocimiento y sabiduría. Su bondad, inmensa como el océano, su valentía, feroz como el fuego. Ella es todo lo que jamás soñé encontrar, y más.
Pero, como todas las buenas cosas, parecía que estaba destinada a terminar. Ahora, me encuentro aquí, en un silencio ensordecedor. Ya no puedo perderme en la profundidad de sus ojos, ni ser testigo de la melodía de su risa, ni mucho menos sentir el consuelo de su voz. La distancia, ya sea física o emocional, se ha erigido como una barrera insuperable entre nosotros.
Sin embargo, en los días más oscuros, cuando la soledad se siente más abrumadora, me aferro a la certeza de su existencia. Ella es real, más allá de mi alcance, pero real. No es una ilusión, no es un sueño del que despertaré. Ella vive, respira, ríe y ama en algún lugar de este vasto mundo.
La idea de no volver a compartir un momento juntos me consume, me consuelo con el pensamiento de que ella sigue allí, siendo su maravilloso yo. Que sigue enfrentando el mundo con esa fuerza y gracia que siempre la caracterizó.
Ella... ella es real. Y aunque ya no forme parte de mi día a día, la gratitud por haberla conocido, por haber sido parte de su historia, aunque sea por un breve capítulo, es un regalo que atesoraré siempre. Porque conocerla, amarla desde lejos, desde el silencio, es una prueba de que el amor, en todas sus formas, trasciende la presencia física.
Ella es real, y eso me basta para seguir adelante, con el corazón lleno de amor y los ojos llenos de lágrimas. Porque en algún lugar, bajo el mismo cielo infinito, ella vive, y eso es un consuelo que nadie me puede arrebatar.
RECUERDA:La mayor felicidad de la vida es la convicción de que somos amados; amados por nosotros mismos o, mejor dicho, amados a pesar de nosotros mismos.
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