CARTA #88

El día que te besé fue tan lindo que si el día de mañana me llegara a morir, no me importaría ir al infierno, es más, les presumiría a los demonios que estuve en el paraíso sin tocarlo.

Atravesaría los abismos más oscuros y profundos del infierno con tal de recordar una vez más el roce de tus labios sobre los míos. Incluso en la peor pesadilla, seguiría siendo el ser más afortunado por haber probado la dicha de tu amor.

Nuestro beso se convirtió en mi razón para desafiar cualquier destino, porque en ese mágico instante, encontré un amor que trasciende cualquier vida o muerte.

Bajo el cielo estrellado, encuentro tu mirada, un reflejo de deseo que ilumina la madrugada, besarte es perderse en un éxtasis sin medida, un viaje etéreo hacia la pasión compartida.

Tus labios, como versos susurrados al viento, pintan paisajes de amor en el lienzo del momento, me gusta el arte de amarte con cada beso, una sinfonía de ternura, un eterno exceso.

Bajo la luna que suspira secretos, donde las sombras danzan en reflejos, te amaré hasta la muerte, sin despechos, en un rincón del alma, en sus complejos.

En la penumbra de nuestro destino, entrelazados en un eterno camino, promesas susurradas, juramentos divinos, se graban en el corazón, como fino lino.


RECUERDA: Una persona, al descubrir que es amada por ser como es, no por lo que pretende ser, sentirá que merece respeto y amor. 



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